viernes, 21 de octubre de 2011

Enardecido...


Y entonces ardió, por las ventanas salió el aliento abrasante de la casa seguido de un estruendoso grito de la misma parecido a una explosión, los habitantes cayeron en una lluvia de sangre que parecía no terminar...Y entonces me descubrí bañado de esta densa e incesante lluvia y comencé a reír, pero... no era una risa de felicidad, la broma macabra fue precedida por una historia, interminable y agónica para mí. No "AMIG@" lector/a, no justifico mi modo de actuar, no justifico esta barbarie, ni es siquiera un acto de contrición la razón por la cual escribiré estas líneas, las palabras que suenan ahora en mi mente... ¡No! es más bien el divagar de un loco... ¿LOCO?

Loco, LOcO, LocO, LoCO, LoCo, lOcO loCO....

Los intricados detalles de mi niñez se resumen a una madre sobreprotectora, fanática religiosa y con un afán bíblico de creerse omnisapiente, descendiente de una prodiga y alzada familia venida a menos. Mi padre un fracasado abrumador con la mente arrumbada en el recuerdo lejano de días gloriosos; patético, negligente y apático haciéndome cambiar con el tiempo las silabas padre por simple y llanamente ÉL... ¿recuerdos? ratas, una cuna, el tenebroso bosque en el traspatio, GRITOS, llanto lejano, llanto interno, UN GOLPE, silencio... ¿felices? mi eterna niñera la caja-idiota llenándome con su cumulo de sinsentidos, el viento tocando mi cara cuando era un bebé en un tranquilo viaje en la bicicleta de ÉL... Nada más.

Las palabras que llenaban entonces mi mente: Golpes, llanto, ratas, luces que habitan dentro de mis ojos, oscuro, error, miedo, asco...

Las partes de mi vida social en la niñez son borrosas y obtusas, dilucido algunos golpes, correrías propias de los críos en la escuela, insultos, abandono, aburrición, muerte... busco cosas buenas en mi entorno pero no las encuentro... pero en ese momento me descubro como una persona, es en algún momento entre los 8 y los 10 años que comienzo a explorar el mundo, los libros y la ciudad se vuelven mis compañeros, los fantasmas que recorren la ciudad me acompañan en mis precoces recorridos, me convierto según dicen en un adulto pequeño, demasiado aburrido en la escuela, por la ineptitud de mis compañeros, frustrado por mi incapacidad de hacérselos notar y marginado por mis maestros gracias mi afán de intentarlo, así que comienzo a callar, grave error...

Las palabras que llenan mi mente al recordar eso: Silencio, serio, rechazo, limites, estoy solo pero me gusta... no encajo

En la adolescencia los incesantes y naturales cambios solamente, creo que soy un adolecente promedio. Comienzo a socializar con chicas, tengo amigos reales, adquiero las costumbres que un buen porcentaje de los chicos de mi edad podría tener, me convierto en un cliché.

Mencionar las palabras que llenan mi mente plasmadas por ese recuerdo me parece ocioso.

Y ahora bien llego a la adultéz con un cúmulo de conocimientos y habilidades al parecer inutiles, etiquetado como un incapaz y un inadaptado, problemático y solitario. Aun así he continuado mi camino, he evolucionado a conciencia a aquel niño, a aquel bebé a aquel adolescente, sin callarme, sin miedo, sin golpes, sin afianzarme a nada ni a nadie, sin buscar ser auténtico, simplemente intento ser y ahora soy la mejor versión de mí, la mejor que puedo brindar en esta etapa, sin llevar un duelo por lo que fui, incrementando las posibilidades de lo que seré. La casa en llamas, la lluvia de sangre, solo una forma de atraer SU ATENCIÓN

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